Ao longo desta semana, expoñeremos unha serie de obxectos deportivos no vestíbulo, diante do comedor. O alumnado deberá tratar de adiviñar a quen pertence cada obxecto. O misterio desvelarase a semana do 16 de decembro. Esa semana tamén expoñeremos unha serie de carteis con fotografías do profesorado practicando os seus deportes favoritos.
domingo, 8 de diciembre de 2019
De que profe son estes obxectos?
Ao longo desta semana, expoñeremos unha serie de obxectos deportivos no vestíbulo, diante do comedor. O alumnado deberá tratar de adiviñar a quen pertence cada obxecto. O misterio desvelarase a semana do 16 de decembro. Esa semana tamén expoñeremos unha serie de carteis con fotografías do profesorado practicando os seus deportes favoritos.
martes, 26 de noviembre de 2019
Tertulia Dialóxica sobre "El Segundo Sexo" de Simone de Beauvoir
El Segundo Sexo
Simone de Beauvoir
(…)¿Qué es una mujer?
(…)Un hombre no comienza jamás por
presentarse como individuo de un determinado sexo: que él sea hombre es algo
que se da por supuesto. Es solo una manera formal, en los registros de las
alcaldías y en las declaraciones de identidad, donde las rúbricas de masculino
y femenino aparecen como simétricas, La relación de los dos sexos no es la de
dos electricidades, la de dos polos: el
hombre representa a la vez el positivo y el neutro, hasta el punto de que
se dice “los hombres” para designar a los seres humanos. (…) La mujer aparece
como el negativo ya que toda determinación le es imputada como limitación, sin
reciprocidad. A veces en el curso de discusiones abstractas, me ha irritado oír
que los hombres me decían: “Usted piensa tal cosa porque es mujer”. Pero yo
sabía que mi única defensa consistía en replicar: “Lo pienso así porque es
verdad”, eliminando de ese modo mi subjetividad. No era cosa de contestar: “Y
usted piensa lo contrario porque es hombre”, ya que se entiende que el hecho de
ser hombre no es una singularidad, un hombre está en su derecho de serlo; es la
mujer la que está en la sinrazón. (…) La
mujer tiene ovarios, un útero; he ahí condiciones singulares que la encierran
en su subjetividad; se dice tranquilamente que piensa con sus glándulas. El
hombre se olvida olímpicamente de que su anatomía comporta también hormonas,
testículos. Considera su cuerpo como una relación directa y normal con el
mundo que él cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de
la mujer como apesadumbrado por todo cuanto lo especifica. (…) Eso es lo que
simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como extraída, según frase
de Bossuet, de un “hueso supernumerario” de Adán. La Humanidad es macho, y el
hombre define a la mujer no en sí misma, sino con relación a él; no la
considera como un ser autónomo. (…) El
es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro. (…)
¿De dónde le viene a la
mujer esta sumisión? (…) Es la desigualdad numérica la que, con
frecuencia, confiere ese privilegio: la mayoría impone su ley a la minoría o la
persigue. Pero las mujeres no
son, como los negros de Norteamérica, o los judíos, una minoría: en la Tierra hay tantas mujeres como
hombres. (…) Los proletarios han hecho la revolución en Rusia; los negros,
en Haití; los indochinos luchan en Indochina: la acción de las mujeres no ha sido jamás sino una agitación simbólica,
y no han obtenido más que lo que los hombres han tenido a bien otorgarles; no
han tomado nada: simplemente han recibido. (…) Carecen de un pasado, de una
historia, de una religión que les sean propios, y no tienen, como los
proletarios, una solidaridad de trabajo e intereses. (…) Viven dispersas entre los hombres, atadas por el medio ambiente, el
trabajo, los intereses económicos, la condición social, a ciertos hombres
–padre o marido- más estrechamente que a las demás mujeres. Burguesas, son
solidarias de los burgueses y no de las mujeres proletarias; blancas, lo son de
los hombres blancos y no de las mujeres negras. El proletariado podría
proponerse llevar a cabo la matanza de la clase dirigente; un judío o un negro
fanáticos podrían soñar con acaparar el secreto de la bomba atómica y hacer una
Humanidad enteramente judía o enteramente negra: la mujer, ni siquiera en
sueños puede exterminar a los varones. El
vínculo que la une a sus opresores no es comparable a ningún otro.
(…)la mujer siempre ha sido, sino la
esclava el hombre, al menos su vasalla; los dos sexos jamás han compartido el
mundo en pie de igualdad; y todavía hoy, aunque su situación está
evolucionando, la mujer tropieza con graves desventajas. En casi ningún
país es idéntico su estatuto legal al del hombre; y, con frecuencia, su desventaja
con respecto a aquel es muy considerable. Incluso
cuando se le reconocen en abstracto algunos derechos, una larga costumbre
impide que encuentre en los usos corrientes su expresión concreta.
Económicamente, los hombres y mujeres casi constituyen dos castas distintas: en
igualdad de condiciones, los primeros disfrutan situaciones más ventajosas,
salarios más elevados, tienen más oportunidades de éxito que sus competidoras
de fecha reciente; en la industria, la política, etc., ocupan un número mucho
mayor de puestos y son ellos quienes ocupan los más importantes. (…) el
presente envuelve al pasado, y en el pasado toda la Historia la han hecho los
varones. (…) Negarse a ser lo Otro,
rehusar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a todas las
ventajas que puede procurarles la alianza con la casta superior. (…) la
mujer no se reivindica como sujeto, porque carece de los medios concretos para
ello, porque experimenta el lazo necesario que la une al hombre sin plantearse
reciprocidad alguna, y porque a menudo se complace en su papel de Otro. (…)
¿De dónde proviene que este mundo siempre haya pertenecido a los hombres y
que solamente hoy empiecen a cambiar las cosas? Y este cambio ¿es un bien? ¿Traerá
o no traerá un reparto equitativo del mundo entre hombres y mujeres?
Estas preguntas distan mucho de ser nuevas, y ya se les ha dado numerosas
respuestas; pero precisamente el solo hecho de que la mujer sea lo Otro refuta
todas las justificaciones que de ello puedan haber presentado jamás los hombres,
ya que, evidentemente, les eran dictadas por su propio interés. “Todo cuanto
sobre las mujeres han escrito los hombres debe tenerse por sospechoso, puesto
que son juez y parte a la vez”, dijo en el siglo XVII Poulain de la Barre,
feminista poco conocido. Por doquier, en
todo tiempo, el varón ha ostentado la satisfacción que le producía sentirse rey
de la Creación. “Bendito sea Dios nuestro Señor y Señor de todos los mundo,
por no haberme hecho mujer”, dicen los judíos en sus oraciones matinales; mientras
sus esposas murmuran con resignación: “Bendito sea el Señor, que me ha creado
según su voluntad”. (…) “Siendo hombres quienes han hecho y compilado las
leyes, han favorecido a su sexo, y los jurisconsultos han convertido las leyes
en principios”, añade Poulain de la Barre. Legisladores, sacerdotes, filósofos,
escritores y eruditos, todos ellos se han empleado en demostrar que la
condición subordinada de la mujer era voluntad del cielo y provechosa para la
Tierra. Las religiones inventadas por los hombres reflejan esa voluntad de
dominación: han sacado armas de las leyendas de Eva de Pandora; han puesto la
filosofía y la teología a su servicio (…). Desde la Antigüedad, satíricos y
moralistas se han complacido en trazar el cuadro de las flaquezas femeninas.
(…) Solamente en el siglo XVIII hombres
profundamente demócratas encaran la cuestión con objetividad. Diderot, entre
otros, se propone demostrar que la mujer es un ser humano igual que el hombre.
Un poco más tarde, Stuart Mill la defiende con ardor. Pero estos filósofos son
de una imparcialidad excepcional. (…) hay profundas analogías entre la
situación de las mujeres y la de los negros unas y otros se emancipan hoy de un
mismo paternalismo, y la en otros tiempos casta de amos quiere mantenerlos en “su
lugar”, es decir, en el lugar que ha elegido para ellos; (…) Conocida es la
ocurrencia de Bernard Shaw: “El norteamericano blanco, relega al negro a la
condición de limpiabotas, y de ello deduce que solo sirve para limpiar botas”.
(…) Sí, las mujeres, en conjunto, son
hoy inferiores a los hombres, es decir, que su situación les ofrece menos
posibilidades: el problema consiste en saber si semejante estado de cosas debe
perpetuarse.
Muchos hombres así lo desean: no todos han arrojado todavía las armas. (…) Ciertos varones temen la competencia
femenina. (…) un estudiante declaraba el otro día: “Toda estudiante que logra
el título de médica o abogada nos roba un puesto de trabajo”. Este joven no
pone en duda sus derechos sobre este mundo. No son exclusivamente los intereses económicos los que intervienen en
el asunto. Uno de los beneficios que la opresión asegura a los opresores es que
el más humilde de ellos se siente superior: un “pobre blanco” del sur de
Estados Unidos tiene el consuelo de decirse que no es un “sucio negro”, y los
blancos más afortunados explotan hábilmente ese orgullo. De igual modo, el más mediocre de los varones se considera
un semidiós ante las mujeres. (…) Para todos aquellos que padecen complejo de
inferioridad, hay ahí un linimento milagroso con respecto a las mujeres, nada
hay más arrogante, agresivo o desdeñoso que un hombre inquieto por su virilidad.
(…). Así pues, el hombre puede persuadirse de que ya no existe entre los sexos
una jerarquía social, y de que, en conjunto, a través de las diferencias, la
mujer es una igual. Como no obstante, observa ciertas inferioridades –la más
importante de las cuales es la incapacidad profesional-, las atribuye a la
naturaleza.
(…) El ideal de la belleza femenina
es variable; pero ciertas exigencias permanecen constantes; entre otras, y
puesto que la mujer está destinada a ser poseída, es preciso que su cuerpo
ofrezca las cualidades inertes y pasivas de un objeto. La belleza viril es
la adaptación del cuerpo a funciones activas, es la fuerza, la agilidad, la
flexibilidad; es la manifestación de una trascendencia animadora de una carne
que jamás debe recaer sobre sí misma. (…) Las costumbres y las modas se han
aplicado a menudo a separar el cuerpo femenino de su trascendencia: la china de
pies vendados apenas puede caminar; las uñas pintadas de la estrella de
Hollywood la privan de sus manos; los tacones altos, los corsés, los
miriñaques, los verdugados, las crinolinas, estaban destinados menos a acentuar
el talle del cuerpo femenino que a aumentar su impotencia. Entorpecido por la
grasa o, por el contrario, tan diáfano que todo esfuerzo le esté prohibido, paralizado
por incomodos ropajes y por los ritos del decoro, es entonces cuando se le
presenta al hombre como su cosa. El maquillaje y las joyas sirven también para
esa petrificación del cuerpo y del rostro.
(…)
Cuando empleo las palabras “mujer” o “femenino” no me refiero,
evidentemente, a ningún arquetipo, a ninguna esencia inmutable; detrás de la
mayoría de mis afirmaciones es preciso sobreentender “en el estado actual de la
educación y las costumbres”. (…)
No se nace mujer: se llega a
serlo. Ningún destino
biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la
sociedad la hembra humana; es el
conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el
macho y el castrado al que se califica de femenino. Únicamente la mediación
de otro puede constituir un individuo como un Otro. (…) Hasta los 12 años, la
niña es tan robusta como sus hermanos y manifiesta la misma capacidad
intelectual; no existe ninguna esfera en donde le esté prohibido rivalizar con
ellos. Si, mucho antes de la pubertad, y a veces incluso desde su más tierna
infancia, se nos presenta ya como sexualmente especificada, no es porque
misteriosos instintos la destinen inmediatamente a la pasividad, la coquetería
y la maternidad, sino porque la intervención de otro en la vida del niño es
casi original y porque, desde sus primeros años, su vocación le ha sido
imperiosamente insuflada.(…)
Multitud de niños temen crecer; se desesperan si sus padres cesan de
tomarlos sobre sus rodillas y admitirlos en su lecho (…). Aquí es donde las niñas
van en principio a aparecer como privilegiadas (…) es sobre todo a los varones
a quienes se les niegan, poco a poco, besos y caricias; en cuanto a la niña,
continúan mimándola, se le permite vivir pegada a las faldas de su madre, el
padre la toma sobre sus rodillas y acaricia sus cabellos; la visten con ropas
suaves como besos, son indulgentes con sus lágrimas y sus caprichos, la peinan
con esmero (…) Al niño, en cambio, se le va a prohibir incluso la coquetería,
sus maniobras de seducción; sus comedias irritan. “Un hombre no llora”, le dicen. Quieren que sea un “hombrecito” (…)
Sin embargo si el niño parece en
principio menos favorecido que sus hermanas, es porque acerca de él se
abrigan más grandes designios Las exigencias a que se le somete, implican
inmediatamente una valoración.(…) Se persuade al niño de que se le exige más a
causa de la superioridad de los varones; para animarles ante el difícil camino
que le corresponde, se le insufla el
orgullo de su virilidad; esta noción abstracta reviste para él una figura
concreta: se encarna en el pene; no experimente orgullo espontáneamente
respecto a su pequeño sexo indolente, sino que lo percibe a través de la
actitud de su entorno. (…)
La suerte de la niña es muy
diferente. Madres y nodrizas no tienen para sus partes genitales reverencia ni
ternura; no llaman su atención sobre su órgano secreto, del que solamente se ve la envoltura y no
se deja empuñar; en cierto sentido, no tiene sexo. (…) Se halla situada en el mundo de un modo distinto al del niño, y un
conjunto de factores pueden transformar a sus ojos esa diferencia en
inferioridad. (…)
La niña comprueba que el
cuidado de los hijos corresponde a la madre, y así se lo enseñan; los relatos oídos, los libros leídos,
toda su pequeña existencia se lo confirma; se la estimula a extasiarse ante
aquellas riquezas futuras, le dan muñecas para que ya adopten un aspecto
tangible. Su “vocación” le es dictada
imperiosamente. (…) Gran parte de las faenas domésticas puede realizarlas
una niña muy joven; por lo general, al chico se le dispensa de ese trabajo;
pero a su hermana se le permite, incluso se le exige, que barra, limpie el
polvo, pele legumbres y tubérculos, lave al recién nacido, vigile el puchero.
(…). Envidian doblemente las actividades por las cuales se singularizan los
varones: sienten el espontáneo deseo de afirmar su poder sobre el mundo y
protestan contra la situación de inferioridad a la cual se las condena. Entre
otras cosas, sufren porque les prohíben trepar a los árboles, ascender por una
escala, subirse a un tejado. (…) La niña a quien tales proezas le están
prohibidas y que, sentada al pie de un árbol o de un peñasco, e por encima de
ella a los muchachos triunfadores, se considera inferior en cuerpo y alma. Y lo
mismo le ocurre si la dejan atrás en una carrera o en una competición de
saltos, si la arrojan al suelo en una pelea o simplemente si la mantienen
apartada. Cuanto más madura el niño, más se ensancha su universo y más se
afirma la superioridad masculina. Muy a menudo, la identificación con la madre
no aparece ya como una solución satisfactoria; si la niña acepta en principio
su vocación femenina (…) lo hace para reinar; se quiere matrona, porque la
sociedad de las matronas se le antoja privilegiada; pero, cuando sus
relaciones, sus estudios, sus juegos, sus lecturas, la arrancan del círculo
materno, comprende que no son las mujeres, sino los hombres, quienes son los
dueños del mundo.
La jerarquía de los sexos se le descubre, en principio, en la experiencia
familiar; comprende poco a poco que, si
la autoridad del padre no es la que más cotidianamente se hace sentir, es, no
obstante, la autoridad soberana (…); incluso si, es la madre la que reina
como dueña y señora de la casa, por lo común tiene el tacto de anteponer la
voluntad del padre; en los momentos importantes, exige, recompensa o castiga en
su nombre, a través de él. La vida del
padre está rodeada de un misterioso prestigio; las horas que pasa en casa,
el cuarto donde trabaja, los objetos que le rodean, sus ocupaciones, sus
manías, todo tiene un carácter sagrado. Es él quien alimenta a la familia, es
su responsable y su jefe. Habitualmente trabaja
fuera; y, por intermedio suyo, la casa se comunica con el resto del mundo: él
es la encarnación de eses mundo aventurero, inmenso, difícil y maravilloso; él
es la trascendencia, él es Dios. (…) La
conmovida consideración que las mujeres adultas testimonian al Hombre, bastaría
para colocarlo sobre un pedestal.
Todo contribuye a confirmar
a los ojos de la niña estar jerarquía. Su cultura histórica, literaria, las
canciones, las leyendas con que la acunan, son una exaltación del hombre. Han sido hombres quienes han hecho
Grecia, el Imperio Romano, Francia y todas las naciones, quienes han
descubierto la Tierra e inventado los instrumentos que permiten explotarla,
quienes han gobernado, quienes la han poblado de estatuas, cuadros, libros. La
literatura infantil, la mitología, cuentos, relatos, reflejan los mitos creados
por el orgullo y los deseos de los hombres: a través de los ojos de los hombres
es como la niña explora el mundo y en él descifra su destino. La superioridad
masculina es aplastante: Perseo, Hércules, David, Aquiles, Lancelot, (…)
Napoleón… ¡Qué de nombres por una sola Juana de Arco! (…) Nada más aburrido que
los libros que trazan la existencia de mujeres ilustres: son éstas palidísimas
figuras al lado de las de los grandes hombres, y la mayoría de ellas se bañan
en la sombra de algún héroe masculino. (…) En las novelas de aventuras, son los
varones quienes dan la vuelta al mundo, viajan como marinos en los barcos, se
alimentan en la selva con los frutos del árbol del pan. Todos los acontecimientos
importantes suceden por medio de los hombres La realidad confirma esas novelas
y esas leyendas. Si la niña lee los periódicos, si escucha la conversación de
las personas mayores, comprueba que, hoy como ayer, los hombres son quienes
conducen el mundo. Los jefes de Estado, los generales, los exploradores, los
músicos, los pintores a quienes admira, son hombres; y esos hombres hacen latir
su corazón con entusiasmo. (…)
La niña (…) Aprende que,
para ser dichosa, hay que ser amada, y, para ser amada, hay que esperar al amor. La mujer es la Bella Durmiente del
bosque, Piel de Asno, Cenicienta, Blanca Nieves, la que recibe y sufre. En las
canciones, en los cuentos, se ve al joven partir a la ventura, en busca de la
mujer; él mata dragones, lucha con gigantes; ella está encerrada en una torre,
un palacio, un jardín una caverna, o encadenada a una roca, cautiva, dormida: ella espera (…). La suprema necesidad para la mujer consiste en hechizar un corazón
masculino; aun siendo intrépidas y aventureras, esa es la recompensa a la cual
aspiran todas las heroínas; y casi nunca se les pide otra virtud que la de su
belleza. Se comprende que el cuidado
de su aspecto físico pueda convertirse para la muchacha en una verdadera
obsesión; princesas o pastoras, siempre
es preciso ser bonita para conquistar el amor y la dicha; la fealdad es
cruelmente asociada a la maldad (…) Con
frecuencia, las jóvenes bellezas destinadas a un gloriosos futuro empiezan por
presentarse en papel de víctimas; (…) Blanca Nieves tendida como muerta en
un ataúd de cristal, la Bella Durmiente, Atala desvanecida, toda una cohorte de
tiernas heroínas lastimadas, pasivas, heridas, arrodilladas, humilladas,
enseñan a su joven hermana el fascinante prestigio de la belleza martirizada,
abandonada, resignada.(…)
En el matrimonio, en la
maternidad, lo que esta en juego es el destino entero de la pequeña (…)
Al igual que el pene extrae
del contexto social su valor privilegiado, del mismo modo es el contexto social
el que hace de la menstruación una maldición. El uno simboliza la virilidad, la
otra la feminidad, y porque la feminidad significa alteridad e inferioridad, su
revelación es acogida con escándalo. (…)
El muchacho reivindica sus
tendencias eróticas, porque asume gozosamente su virilidad; el deseo sexual, en él, es agresivo,
aprehensivo; ve en el mismo una afirmación de su subjetividad y de su
trascendencia; se jacta de ello con sus camaradas; su sexo es para él una
turbación de la que se enorgullece; el impulso que le lleva hacia la hembra es
de la misma naturaleza que el que le lanza hacia el mundo (…). Por el
contrario, la vida sexual de la muchacha
siempre ha sido clandestina. (…) Porque una de las coacciones que más
odiosamente pesan sobre ellas es la de la hipocresía. La jovencita está
destinada a la “pureza” y la inocencia precisamente cuando descubre en ella y
alrededor de ella los turbadores misterios de la vida y del sexo. (…)
Mientras el adolescentes se encamina activamente hacia la edad adulta, la
joven acecha la apertura de ese período nuevo, imprevisible, cuya trama ya está
urdida y hacia la cual la arrastra el tiempo. (…) De manera más o menos
disfrazada, su juventud se consume en la espera. Ella espera al Hombre.
Ciertamente, el adolescente
también sueña con la mujer, la desea; pero ella no será jamás sino un elemento
de su existencia: no resume su destino; desde su infancia, la niña, (…) ha esperado del
varón realización y evasión; tiene este el rostro deslumbrador de Perseo, de
San Jorge; es un libertador es también rico y poderosos, tiene las llaves de la
dicha, es el Príncipe Azul. (…) Siempre ha estado convencida de la superioridad
viril; este prestigio de los varones no es un pueril espejismo; tiene bases
económicas y sociales; los hombres son los dueños del mundo sin discusión; todo
se inclina a hacer que la adolescente centre su interés en hacerse vasalla (…) Se admite unánimemente que la conquista de
un marido – o, en ciertos casos, de un protector – es para ella la más importante de las empresas.
(…)
Hacia los trece años es
cuando los chicos hacen un verdadero aprendizaje de la violencia, se desarrolla
su agresividad, su voluntad de poder, su gusto por el desafío; y es justamente
en ese momento cuando la chiquilla renuncia a los juegos violentos. (…) Por
otra parte, en muchos países la mayoría de las muchachas no reciben ninguna
preparación deportiva; al
igual que las peleas, les están prohibidas las escaladas (…) les está prohibido
explorar, osar, ensanchar los límites de lo posible (…) trepar más alto que un compañero, doblarle
el brazo, es tanto como afirmar su soberanía sobre la Tierra entera. Tales
actitudes conquistadoras no le están permitidas a la muchacha, en particular la
violencia. Sin duda, en el universo de los adultos la fuerza bruta no desempeña
en períodos normales, un gran papel; pero, no obstante, le acosa; son numerosas
las conductas masculinas que se alzan sobre un fondo de posible violencia: en
cada esquina de la calle se inicia una pendencia; la mayor parte de las veces,
aborta; pero al hombre le basta con experimentar en sus puños su voluntad de
afirmación de sí mismo para sentirse confirmado en su soberanía. (…) Esa
impotencia física se traduce por una timidez más general: no cree en una fuerza
que no ha experimentado en su cuerpo; no se atreve a emprender, a sublevarse, a
inventar: destinada a la docilidad, a la resignación, no puede más que aceptar
en la sociedad un lugar ya preparado. (…) Piensan que los triunfos
deslumbrantes están reservados para los hombres, ellas no se atreven a apuntar
demasiado alto. Ya se ha visto que, al compararse con los chicos, algunas
muchachitas de quince años declaraban: “Los chicos son mejores”. Esa convicción
es debilitante.
(…)
Desde la más servil hasta la más altanera, todas aprenden que, para complacer,
tienen que abdicar. Sus madres las conminan para que dejen de tratar como
camaradas a los muchachos, para que no les aventajen, para que asuman un papel
pasivo. Si desean esbozar una amistad,
un devaneo, deben evitar cuidadosamente dar la impresión de que toman la
iniciativa, a los hombres no les agradan los “chicos frustrados”, ni las
sabihondas, ni las mujeres con cabeza; la audacia, la cultura o la inteligencia
excesivas, o el demasiado carácter, los espanta. En la mayor parte de las
novelas, como observa G. Eliot, es la heroína rubia y necia la que vence a la
morena de carácter viril. (…) Ser
femenina es mostrarse impotente, fútil, pasiva, dócil. La joven no solo tendrá
que adornarse, engalanarse, sino también reprimir su espontaneidad y sustituirla
por la gracia y el encanto estudiados que le enseñan sus mayores. Toda
afirmación de sí misma disminuye su feminidad y sus oportunidades de seducción.
(…) Y esa es la razón de que la
adolescencia sea para la mujer un momento tan difícil y decisivo. Hasta
entonces era un individuo autónomo; ahora tiene que renunciar a su soberanía.
No solo se siente desgarrada, como sus hermanos, entre el pasado y el porvenir,
sino que, además, estalla un conflicto entre su reivindicación original, que es
la de ser sujeto, actividad, libertad, por un lado, y , por otro, sus
tendencias eróticas y las solicitaciones sociales que la invitan a asumirse
como un objeto pasivo. (…)
Hoy le es posible tomar su
suerte en sus manos, en lugar de depender del hombre. Si está absorbida por los estudios, el deporte,
el aprendizaje profesional, una actividad social y política, se libera de la
obsesión del varón, está mucho menos preocupada por sus conflictos
sentimentales y sexuales. Sin embargo,
tropieza con muchas más dificultades que el joven para realizarse como
individuo autónomo. Ya he dicho que ni la familia ni las costumbres
favorecen sus esfuerzos. Además, aun cuando elija la independencia, no por ello
hace menos sitio en su vida al hombre, al amor. (…)
Aquí se establece un círculo vicioso: con frecuencia nos asombramos de ver
con qué facilidad una mujer puede abandonar la música, los estudios una
profesión, tan pronto como ha encontrado marido; la causa está en que había
comprometido demasiado poco de sí misma en sus proyectos para hallar mucho
provecho en su realización. Todo concurre a frenar su ambición personal, y, sin
embargo, una enorme presión social la
invita a buscar en el matrimonio una posición social, una justificación. Es
natural que no trate de crearse por sí misma un puesto en este mundo o que lo
busque tímidamente. Mientras no se logre una perfecta igualdad económica en el
seno de la sociedad y mientras las costumbres autoricen a la mujer a
beneficiarse, en tanto que esposa y amante, de los privilegios detentados por
algunos hombres, se mantendrá en ella el sueño de un éxito pasivo y frenará sus
propios logros. (…)
La mujer, al casarse, recibe
como feudo una parcela del mundo; garantías legales la defienden contra los caprichos del hombre; pero se convierte en su vasalla. (…)
Es un lugar común declarar
que en los matrimonios modernos, y sobre todo en Estados Unidos, la mujer ha
reducido al hombre a esclavitud (…)
Pero, precisamente, si ella
recibe, toma, exige, es porque es la más pobre. La dialéctica del amo y el esclavo encuentra
aquí su aplicación más concreta: al oprimir, uno se convierte en oprimido. Su
propia soberanía es la que encadena a los varones; la esposa exige cheques, porque únicamente ellos ganan el dinero,
porque solamente ellos ejercen un oficio en el que ella les impone la necesidad
de triunfar, porque exclusivamente ellos encarnan la trascendencia que ella
quiere arrebatarles al hacer suyos sus proyectos, sus éxitos. E, inversamente,
la tiranía ejercida por la mujer no hace sino manifestar su dependencia: ella sabe que el éxito de la pareja, su
porvenir, su felicidad, su justificación, están en manos del otro; (…) De
su debilidad hace un arma; pero el hecho es que es débil. La esclavitud
conyugal es más cotidiana y más irritante para el marido; pero es más profunda
para la mujer (…) la mujer se nutre de
él como un parásito; pero un parásito no es un amo triunfante. (…) Si se
dice que los hombres oprimen a las mujeres, el marido se indigna, porque es él
quien se siente oprimido: y lo está; pero el hecho es que han sido el código
masculino y la sociedad elaborada por los varones en su propio interés los que
han definido la condición femenina bajo una forma que, en el presente, resulta
para ambos sexos una fuente de tormentos. (…)
El hombre se liberará al
liberarla (…)
Hay mujeres que encuentran en su profesión una verdadera independencia;
pero numerosas son aquellas para quienes
el trabajo “fuera de casa” no representa en el ámbito del matrimonio más que
una fatiga suplementaria. (…) En la hora actual, y sin hablar de las
campesinas, la mayoría de las mujeres que trabajan no se evaden del mundo
femenino tradicional; no reciben de la
sociedad, ni de sus maridos, la ayuda que les sería necesaria para convertirse
concretamente en iguales a los hombres. (…) Para la mujer casada, el
salario no representa, en general, más que un complemento; para la “mujer que
se hace ayudar”, es la ayuda masculina la que aparece como inesencial; pero ni
una ni otra compran con su esfuerzo personal una independencia total. (…) La mujer que se libera económicamente del
hombre no se encuentra por ello en una situación moral, social y psicológica
idéntica a la del hombre. (…) Cuando aborda su vida de mujer adulta, no
tiene tras de sí el mismo pasado que un muchacho; no es mirada por la sociedad con los mismos ojos; el Universo se le
presenta en una perspectiva diferente. El hecho de ser mujer plantea hoy a un
ser humano autónomo problemas singulares. (…)
Una mujer que se
desvive, que tiene responsabilidades, que conoce la aspereza de la lucha contra
las resistencias del mundo, necesita –
igual que el hombre - no solo satisfacer sus deseos físicos, sino
conocer la relación y la diversión que aportan unas aventuras sexuales felices.
Ahora bien, todavía existen medios en los cuales no le es concretamente
reconocida esa libertad; si hace uso de ella, se arriesga a comprometer su reputación, su carrera; al menos, se le
exige una hipocresía que le pesa mucho. (…)
La solución que consiste en recoger (…) un compañero de una noche o de una hora
– suponiendo que la mujer esté dotada de un fuerte temperamento, haya superado
todas sus inhibiciones y lo aborde sin desagrado – es mucho más peligrosa para ella que para el hombre. El riesgo de
enfermedad venérea es más grave para ella, por el hecho de que es a él a
quien corresponde adoptar precauciones para evitar la amenaza de contaminación; y, por prudente que sea, nunca
estará completamente segura contra la amenaza de quedar embarazada. Pero,
sobre todo, en las relaciones entre desconocidos – relaciones que se sitúan en
un plano brutal - , la diferencia de fuerza física tiene gran importancia. Un hombre no tiene gran cosa que temer de
la mujer que lleva a su casa; basta con un poco de vigilancia. El caso es
distinto para la mujer que introduce en la suya a un hombre.
lunes, 25 de noviembre de 2019
Actividades do 25 de Novembro: Día Internacional da Eliminación da Violencia contra a Muller
O segredo de Flora:
Unha forma de traballar a violencia de xénero desde unha perspectiva sinxela e clara.
As profesoras de 5º de Primaria, Mª Jesús e Alicia, organizaron unha preciosa actividade para conmemorar o 25 de novembro. Fixérono desde a materia de Valores Sociais e Cívicos de 5º, pero coa colaboración do alumnado de 4º e 6º de Educación Infantil e 1º de Educación Primaria.
Na semana anterior ao día sinalado, a mestra de valores interpretou cunha lectura lenta e receptiva para o alumnado, "O Segredo de Flora" . Os pequenos e pequenas foron interiorizando a historia.
Na segunda sesión, o alumnado da materia de Valores, fixo a lectura do conto ao resto de compañeiros e compañeiras de nivel de 5º de Educación Primaria coa colaboración de dúas mestras. leron o conto e cantaron a canción. Ao rematar fixeron unha asemblea grupal na que traballaron conceptos da propia historia e da violencia de xénero.
Para conmemorar o día, o alumnado deseñou un mural con lazos e pegadas das mans lilas no que participou todo o alumnado de 5º e os seus afillados e afilladas dos cursos de 4º e 6º de Educación Infantil e 1º de Primaria.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Breve guía de linguaxe non sexista
Breve guía da linguaxe non sexista
1.
Porque é necesario usar unha linguaxe non sexista?
Segundo a UNESCO “a
linguaxe non é unha creación arbitraria da mente humana, senón un produto
social e histórico que inflúe na nosa
percepción da realidade (...) a linguaxe condiciona o noso pensamento e
determina a nosa visión do mundo”.
Así por exemplo se un texto comeza dicindo “O home ten uns 5 litros de sangue no corpo...”,
podemos pensar que está a falar do “home” como especie, incluíndo á muller, utilizando
o masculino con valor xenérico, ata que uns parágrafos máis abaixo atopemos “a muller pola súa banda, ten uns 4
litros...”. O mesmo en textos que falan de canto cobran “os pensionistas galegos”, etc.
Durante moitos séculos a linguaxe foise conformando
nunha sociedade machista e así o reflicte. Pero o que non se nomea, non existe,
e debemos cambiar iso.
2.
Como saber se estamos empregando unha linguaxe non
sexista?
Un pequeno truco é imaxinar que estamos a falar dunha
muller (ou nena) ou dun grupo de mulleres (ou nenas). Se pensando así a frase
funcionaría, sería linguaxe non sexista. É dicir, se a frase cambiaría dicíndoa en feminino, é que estamos a falar en
linguaxe sexista; e se en feminino non variaría, é linguaxe non
sexista.
Exemplos:
Expresión a analizar
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Análise
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Linguaxe non sexista
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O Home habita a terra...
|
Home ten o feminino muller
|
A humanidade habita...
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O pobo galego é...
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Pobo non ten feminino
|
O pobo galego é...
|
Os alumnos examinaranse...
|
Alumnos ten feminino
|
O alumnado examinarase...
|
3.
Algúns trucos para conseguir unha linguaxe non sexista
elegante:
-
É preferible non empregar fórmulas tales como alumno/a, ou alumn@,
alumnx, etc., pola dificultade para a súa lectura, sobre todo en voz alta.
-
Convén facer
visibles ás mulleres, de forma explícita, nalgún momento do texto: “os
alumnos e as alumnas acudirán...”, pero
non repetir constantemente o desdobramento, porque empobrece a calidade
lingüística do texto. O ideal é
nomealas directamente ao principio do discurso, para que todo o mundo
teña claro que están incluídas, e despois non ocultalas co masculino xenérico,
coas ideas expostas a continuación.
-
Utilizar
nomes colectivos: é mellor empregar “o profesorado” ou “o persoal docente”
que “os profesores e profesoras”; “alumnado”, en vez de “alumnos e alumnas”;
“as persoas de idade” en vez de “os anciáns e anciás”; “a mocidade”, en lugar
de “os mozos e as mozas”, “as familias” en lugar de “os pais e as nais”.
-
Utilizar
comodíns como “xente”, “persoas”, “persoal”:” empregar “a xente común”, “as
persoas en xeral”, “a meirande parte das persoas” no canto de “o home medio”...;
“as persoas maiores de 16 anos”, en lugar de “os maiores de 16 anos”; “educación
de persoas adultas” en lugar de “educación de adultos”; “o persoal de limpeza”
en vez de “as señoras da limpeza”, etc.
-
Procurar
priorizar palabras invariables, porque se por exemplo dicimos que “o
alumnado é moi listo”, o adxectivo listo, xa está indicando masculino. É
preferible empregar “o alumnado é moi intelixente”. Do mesmo xeito, expresións
como “Protagonista do ano”, son mellores que “Home do ano”; “Ninguén vai na súa
procura”, en lugar de “ninguén vai buscalos”, etc.
-
Empregar
o pronome relativo quen: “quen queira facer a recuperación”, en lugar de
“os que queiran facer a recuperación”.
-
Eliminar
masculinos innecesarios: “Normas da biblioteca”, en lugar de “Normas dos
usuarios da biblioteca”; “porta do comedor escolar”, en lugar de “porta dos
alumnos do comedor escolar”...
Falar con linguaxe non sexista, costa tanto, como buscar sinónimos para
non repetir palabras, é dicir, que só costa ao principio, e logo faise de forma
case inconsciente.
CO TEMPO VAI COLLÉNDOSE PRÁCTICA. NON HAI QUE INTENTAR FACER TODO XA.
jueves, 31 de octubre de 2019
Xogos cooperativos
Dentro dos múltiples programas nos que está metido o CPI de Castroverde, inclúense actividades que axudan a mellorar a cohesión do grupo - clase, enriquecen a escala de valores dos vosos fillos e fillas e favorecen a concentración e un mellor rendemento. Nesta líña están os xogos cooperativos e as cuñas motrices.
Os xogos cooperativos e as cuñas motrices son xogos nos que non se permite a competitividade, senón a colaboración. Neles só gañan se consiguen un reto colaborando entre todos e todas. Son xogos inclusivos, nos que cada un e cada unha aporta as súas cualidades en beneficio do grupo. Son unha oportunidade para poñer en valor habilidades diferentes das que destacan habitualmente nos deportes competitivos (velocidade, forza, reflexos...) xa que neste tipo de xogos son necesarias outras como a empatía, o compañerismo, a capacidade de comunicación ou de confiar no compañeiro ou compañeira... Os xogos varíanse en función dos participantes, de tal maneira que, se una rapaza ten un problema nun xeonllo, por exemplo, pódense facer xogos que se realizan en posición sedente ou tumbada; ou se alguén ten a visión limitada, xogos que se realizan cos ollos pechados; mesmo xogos nos que non se pode falar nin escoitar... Adaptamos os xogos de maneira que todos e todas podan aportar e recibir.
Os xogos cooperativos realízanse nas clases de presentación, titorías, gardas... e nos recreos de todos os venres, no ximnasio.
As cuñas motrices, pola súa banda, poden realizarse dentro da xornada ordinaria en espazos de tempo moi breves e controlados, Lonxe de resultar unha "perda de tempo" está demostrado que axudan a mellorar a aprendizaxe. e permiten un mellor rendemento á hora de concentrarse na materia.
Os xogos cooperativos realízanse nas clases de presentación, titorías, gardas... e nos recreos de todos os venres, no ximnasio.
As cuñas motrices, pola súa banda, poden realizarse dentro da xornada ordinaria en espazos de tempo moi breves e controlados, Lonxe de resultar unha "perda de tempo" está demostrado que axudan a mellorar a aprendizaxe. e permiten un mellor rendemento á hora de concentrarse na materia.
A meirande parte dos xogos que empregaremos están baseados no libro de Xesús R. Xares "Técnicas e xogos cooperativos para todas as idades" ou ben nas cuñas motrices proporcionadas polo profesorado do programa "Aulas felices".
jueves, 16 de mayo de 2019
Primeiro premio Concurso de oratoria Comunica Tedu. Categoría A: ESO: É necesario o feminismo en España?
Este é un dos dous fantásticos vídeos realizados polo alumnado de 1º da ESO para o concurso Comunica Tedu do curso 2018 - 2019. Houbo de ser feito a contrarreloxo, e polo tanto, sen tempo para ensaiar. Parabéns polo resultado. Sodes realmente incríbles!!.
jueves, 14 de marzo de 2019
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